El Universal
Hannia
Gómez, presidenta de la Fundación para la Memoria Urbana, lo tiene
claro. Caracas está llena de tesoros arquitectónicos pero "hacen faltan
caraqueños que los defiendan".
La arquitecta denuncia que se están violando todas las declaraciones
patrimoniales, están tumbando patrimonio declarado y eso es un delito",
dice Gómez para hacer un llamado de alerta a las alcaldías, en casos
como el de Campo Alegre y el Country Club.
Los gobiernos municipales, a su juicio, están obligados a crear
incentivos fiscales y de toda índole para que las personas no destruyan
sus inmuebles o que los puedan vender y obtengan un beneficio.
"Las oficinas de gestión urbana de las alcaldías son prehistóricas. Por
eso es que la ciudad se está destruyendo. Tiene que haber más ojos que
defiendan cada calle, cada cuadra de Caracas. Siempre está el promotor
inculto que quiere hacer una torre donde hay una casa antigua y allí es
donde tiene que actuar la alcaldía".
No se trata, aclara, de ir en contra del desarrollo sino de saber
integrar lo nuevo con lo viejo. "Tiene que ser un desarrollo racional.
Hacen falta muchas generaciones de jóvenes que estudien restauración de
monumentos", piensa Gómez.
En la última década, agrega, se ha construido muy poco en la ciudad.
"Esto es un síntoma de perturbación. La arquitectura es uno de los
signos del acuerdo social. Cada vez que demuelen una edificación con
valor patrimonial, Caracas se vuelve más fea, más invisible, más
desagradable, más anodina, con menos identidad, menos atractiva para los
turistas. La gente no se da cuenta que la arquitectura es lo que hace
rentable una ciudad a futuro", dice Gómez, quien pide protección para el
Hipódromo La Rinconada, una obra de arte que está siendo destruida
desde que se convirtió en refugio.
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